El primer intento serio que hizo la Humanidad por comunicarse con civilizaciones extraterrestres tuvo lugar el 3 de marzo de 1972, con el lanzamiento del Pioneer 10 desde Cabo Kennedy. El Pioneer 10 fué el primer vehículo espacial que se diseñó para explorar el medio ambiente del planeta Júpiter y, antes en su viaje, los asteroides que hay entre las órbitas de Marte y Júpiter. Su órbita no sufrió transtorno alguno por parte de un asteroide errante; el factor seguridad se calculó en la proporción de 20 a 1. Se aproximó a Júpiter el día 3 de diciembre de 1973, y en ese momento sufrió una aceleración por la gravedad de Júpiter para convertirse en el primer objeto volador construido por el hombre que abandonaba el Sistema Solar. Su velocidad de despegue es aproximadamente de 13 kilómetros por segundo.
El Pioneer 10 es también el objeto más veloz lanzado hasta ese momento por la Humanidad. Pero el espacio está muy vacío y las distancias entre las estrellas son enormes. En los próximos diez mil millones de años, el Pioneer 10 no penetrará en el sistema planetario de ninguna otra estrella, aun suponiendo que todas las estrellas de la Galaxia cuenten con tales sistemas planetarios. La nave espacial necesitará unos 80.000 mil años para recorrer la distancia que hay a la estrella más próxima situada a 4,3 años luz de la Tierra.
Pero el Pioneer 10 no ha sido dirigido hacia las proximidades de la estrella más cercana. En lugar de esto viajará hacia un punto situado en la esfera celeste cerca del límite de las constelaciones de Tauro y Orión, donde no hay objetos cercanos.
Es posible que la nave espacial se encuentre una civilización extraterrestre, siempre y cuando dicha civilización posea gran capacidad de vuelos interestelares y pueda interceptar semejantes naves espaciales, en las que impera el silencio. La colocación de un mensaje a bordo del Pioneer 10 es algo similar a la botella que lanza al océano el marinero que ha naufragado, botella con un mensaje en su interior, con una esperanza de que llegue a manos de alguien. Pero el océano espacial es muchísimo más vasto que cualquier océano de la Tierra.
Se trata de una plancha de 15 por 23 centímetros, de aluminio y oro anodizado, sujeta a los puntales que soportan la antena del Pioneer 10. El índice de desgaste que se puede esperar en el espacio interestelar es suficientemente pequeño como para que este mensaje pueda permanecer intacto durante centenares de millones de años, y probablemente, por un período de tiempo mucho mayor. De aquí que éste sea el artefacto construido por la Humanidad con una más larga esperanza de vida.
El mensaje intenta comunicar con los locales, manifestar época y algo sobre la naturaleza de los constructores de la nave espacial. Está escrito en el único lengüaje que compartimos con los destinatarios: la ciencia. En la parte superior izquierda aparece una representación esquemática de la transición entre giros de electrones, de protones paralelos y antiparalelos del átomo de hidrógeno neutro. Bajo esta representación está el número binario 1. Tales transiciones de hidrógeno están acompañadas por la emisión de un fotón en radiofrecuencia de una longitud de onda de aproximadamente 21 centímetros y una frecuencia de unos 1420 megahertzios. Así, hay una distancia característica y un tiempo característico asociados a la transición. Puesto que el hidrógeno es el átomo más abundante en la Galaxia, creemos que una civilización avanzada no tendrá dificultad alguna en comprender esta parte del mensaje. Pero como comprobación, en el margen derecho aparece el número binario 8 entre dos marcas, indicando la altura de la nave espacial Pionner 10, representada tras el hombre y la mujer. Una civilización que reciba la placa sin duda también recibirá la nave espacial, y podrá determinar que la distancia indicada es evidentemente cercana a 8 veces 21 centímetros, confirmando así que el símbolo de la parte superior izquierda representa la transición del hidrógeno.
Figuran más números binarios en el dibujo radial que abarca la parte principal del diagrama en el centro izquierda. Estos números, si estuvieran escritos en el sistema decimal, estarían formados por diez dígitos. Deben representar distancias o tiempos. Si son distancias, entonces serán en un orden varias veces 1011 centímetros, o unas cuantas docenas de veces la distancia que hay entre la Tierra y la Luna. Es muy probable que nosotros les considerásemos útiles para la comunicación. A causa del movimiento de los objetos dentro del Sistema Solar, tales distancias varían de manera contínua y compleja.
Sin embargo, los correspondientes tiempos están en el orden de 1/10 segundos a 1 segundo. Estos son los períodos característicos de los pulsares, fuentes naturales y regulares de emisión radiocósmica; los pulsares son estrellas neutrónicas que giran rapidamente, producidas en catastróficas explosiones estelares. Creemos que una civilización científicamente sofisticada no tendrá dificultad alguna en comprender el dibujo radial, así como las posiciones y períodos de 14 pulsares con respecto al Sistema Solar de lanzamiento.
Pero los pulsares son relojes cósmicos que se gastan, por así decirlo, bajo índices bien conocidos. Los que reciban el mensaje deberán preguntarse a sí mismos no solo dónde fue siempre posible ver 14 pulsares dispuestos en posición tan relativa, sino también cuándo fué posible verlos. Las respuestas son: Unicamente desde un volumen muy pequeño de la Vía Lactea y en un solo año en toda la historia de la Galaxia. Dentro de los límites de ese pequeño volumen hay, quizás, mil estrellas; solamente una de ellas ha de tener el orden de planetas con distancias relativas tal y como se indica en el fondo del diafragma. Asimismo se muestran los tamaños aproximados de los planetas y los anillos de saturno; por supuesto, de forma esquemática. Por otra parte, en el diafragma se muestra una representación esquemática de la trayectoria de la nave espacial lanzada desde la Tierra, como también su paso junto a Júpiter.
Así, el mensaje especifica una estrella en aproximadamente doscientos cincuenta millones, y un año, 1970, en aproximadamente diez mil millones de años.
Hasta este punto, el contenido del mensaje debe ser suficientemente claro para una civilización extraterrestre avanzada, que sin duda tendrá que examinar también a todo el Pioneer 10. Probablemente, el mensaje es mucho menos claro para el hombre de la calle, si esta calle se halla en la Tierra. Sin embargo, las comunidades científicas de la Tierra no han experimentado ninguna dificultad para descifrar el mensaje. Podemos asegurar que el caso se presenta al revés en cuanto se refiere a las representaciones de los seres humanos que aparecen en la derecha. Los seres extraterrestres, que son el producto de cinco mil millones de años o más de evolución biológica independiente, puede que no se parezcan en absoluto a los humanos, ni tampoco sea igual todo cuanto se refiera a las convenciones sobre perspectivas y dibujo que existen aquí. En consecuencia, es muy probable que la parte más misteriosa del mensaje la constituyan los seres humanos.
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