jueves, 12 de diciembre de 2013

Un animal de transición

  Hace cinco mil millones de años, cuando apareció el Sol, el Sistema Solar se transformó desde una negrura impenetrable a un cegador chorro de luz.  En las partes interiores del Sistema Solar, los primeros planetas eran grupos irregulares de roca y metal -- los desechos, los constituyentes menores de la nube inicial, el material que no se había alejado tras la ignición del Sol.

  Estos planetas se calentaron al formarse.   Los gases atrapados en su interior fueron exudándose, valga la expresión, para formar atmósferas.  Se derritieron sus superficies y los volcanes fueron cosa común.
  Las primeras atmósferas se componían de los más diversos átomos y eran muy ricas en hidrógeno.  La luz del Sol, al incidir sobre las moléculas de la primitiva temprana atmósfera, las excitó, provocó choques moleculares y produjo moléculas de mayor tamaño.  Bajo las inexorables leyes de la Química y la Física, éstas moléculas actuaron recíprocamente, formaron verdaderos océanos y dieron lugar a la producción de otras moléculas mucho mayores, moléculas bastante más complejas que aquellos átomos iniciales de las cuales se habían formado, pero todavía microscópicas ante toda posible medida o norma humana.

  Estas moléculas, notablemente suficientes, son las que nos forman.  Los bloques de construcción, por así decirlo, de los ácidos nucléicos, que constituyen nuestro material hereditario, y los bloques de cimentación de las proteínas, los obreros que ejecutan el trabajo de la célula, se produjeron de la atmósfera y océano de la primitiva Tierra.  Sabemos esto porque hoy día podemos reproducir dichas moléculas repitiendo las condiciones primitivas.



  Casualmente, hace muchos miles de millones de años, se formó una molécula que poseía una capacidad notable.  Era capaz de producir, de los bloques de construcción moleculares de las aguas circunstantes, una copia de sí misma, un doble de sí misma bastante exacto.  En este sistema molecular hay un conjunto de instrucciones, un código molecular que contiene la secuencia de bloques de edificación de los cuales se construye la molécula mayor.  Cuando, por accidente, se produce un cambio en la secuencia, también se modifica la copia o lo que hemos llamado "doble".  Semejante sistema molecular -capaz de replicación, mutación y repetición de sus mutaciones- puede denominarse "vivo".  Es una colección de moléculas  que puede evolucionar mediante la selección natural.  Las moléculas capaces de replicar con mayor rapidez, o de reproducir bloques de construcción partiendo de cuanto les rodea para alcanzar una mayor variedad, una variedad más útil, se reprodujeron con mayor eficacia que sus competidoras, y con el tiempo dominaron.

  Pero las condiciones cambiaron gradualmente.  El hidrógeno escapó al espacio.  La producción de bloques moleculares de edificación declinó.  Disminuyó el material alimenticio que, antiguamente, existía en gran abundancia.  Se expulsó a la vida del jardín molecular del Edén.  Tan solo fueron capaces de sobrevivir aquellos conjuntos de moléculas capaces de transformar cuanto les rodeaba, capaces de producir máquinas moleculares eficaces para la conversión de moléculas simples en otras complejas aptas para la supervivencia.  Aislándose de cuanto las rodeaba, manteniendo las primitivas condiciones idílicas, aquellas moléculas que se rodeaban de membranas tenían una ventaja.  Surgieron las primeras células.

  Al carecer o al no ser fáciles de obtener los bloques moleculares de edificación, los organismos tuvieron que trabajar duramente para formarlos.  Las plantas fué el resultado.  Las plantas se inician con aire y agua, minerales y luz solar, y producen bloques moleculares de edificación, de muy elevada complejidad.  Los animales, como los seres humanos, son parásitos en las plantas.

  Los cambios de clima y competencia entre lo que era entonces amplia diversidad de organismos dió origen a una mayor especialización, una sofisticación de funciones y una elaboración de forma.  Una rica formación de plantas y animales comenzó a cubrir la Tierra.  Aparte de los primeros océanos en los que surgió la vida, se colonizaron nuevos ambientes, como la tierra y el aire.  Entonces, los organismos ya vivían desde la cima del monte Everest hasta los rincones más profundos de los abismos.  Los organismos viven en soluciones concentradas, ardientes de ácido sulfúrico y en secos valles del Antártico.  Los organismos viven en el agua condensada y retenida en un simple cristal de sal.

  Las formas de vida desarrolladas que armonizaban bien con sus ambientes específicos, se adaptaron admirablemente a las condiciones reinantes.  Pero éstas cambiaron.  Los organismos estaban demasiado especializados.  Murieron.  Otros organismos se adaptaron en peores condiciones, pero estaban mas generalizados.  Las circunstancias cambiaron, el clima varió, pero los organismos fueron capaces de persistir.  Muchas más especies de organismos han muerto durante la historia de la evolución terrestre que los que viven hoy día.  El secreto de la evolución es la vida y la muerte.

  * Este artículo es una transcripción parcial del libro de Carl Sagan "La conexión cósmica".


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