Tendría que estar ahí, a 100 kilómetros del noroeste de la
península de Yucatán, en el Golfo de México, a 22 grados, 33 minutos latitud
norte y 91 grados, 22 minutos longitud oeste.
Ahí lo sitúa incluso Google
Earth. Pero en ese punto no hay
nada. La isla Bermeja se ha convertido
en una isla fantasma. El misterio, en
principio, no debería tener mayor trascendencia geopolítica. Se trata de un pequeño pedazo de tierra sin
aparente importancia –descrita por el escritor Blas Moreno de Zabala en 1732
como un islote con agua limpia al sur, con piedras debajo del mar al este, y
con un barranco color bermejo (rojizo) y poblado de árboles- pero si existiese
significaría una mayor extensión del patrimonio marítimo de México y por ende,
derecho sobre los yacimientos petroleros submarinos de la zona.
En junio del año 2000 el ex presidente mexicano Ernesto
Zedillo y el entonces jefe del Gobierno de Estados Unidos, Bill Clinton,
pactaron las fronteras marítimas de ambos países. Cada país luchó entonces por un número mayor
de millas náuticas. En este período el
enigma de la isla Bermeja se intensificó, y las teorías conspiratorias
comenzaron a surgir.